A los cinco años le pedí a mis padres un bote de pintura azul índigo y otro de verde eucalipto para Reyes. No quería muñecas o juguetes, sino pintar la mitad de mi habitación de un color parecido al mar y la otra mitad de un color parecido a los prados del País Vasco. Quizás alguien pensaría que aquello lo hice para no echar tanto de menos, durante el invierno, las vacaciones de verano, un verano precioso que pasé en el Mar Cantábrico, cerca de Zarautz, pero en realidad yo sé que ese bote de pintura, igual que las clases extraescolares de pintura o de cerámica, fue el detonante de aquello a lo que he decidido dedicar mi vida: convertir espacios en lugares únicos, singulares y prácticos.
Ahora, con casi treinta años de más, tengo dos grandes pasiones: la primera, seguir yendo a Zarautz siempre que puedo para disfrutar del surf y amanecer en una furgoneta con vistas al mar y sus prados; la segunda, evidentemente, aplicar mi pasión por el diseño, el detallismo y el buen gusto a todos mis proyectos sin olvidar nunca esa niña de cinco años que quería convertir su casa en el rincón más bonito del mundo.
El estudio de María Bermúdez se llama Quefalamaria, un estudio de interiorismo enfocado en la realización de proyectos y reformas integrales de viviendas y espacios comerciales. Están especializadas en proyectos que engloban la idea, el proyecto, la reforma y el amueblamiento y estilismo final del espacio, volcando todo su conocimiento y experiencia en cada proyecto, para conseguir dar una nueva vida a los espacios, llenándolos de detalles únicos con sello propio.