John Pawson lleva más de cuarenta años haciendo una arquitectura rigurosamente sencilla que habla de lo fundamental, pero también de carácter modesto. Su obra abarca una amplia gama de escalas y tipologías, desde casas privadas, encargos sagrados, galerías, museos, hoteles, escenarios de ballet, interiores de yates y un puente sobre un lago.
Así como el picaporte de bronce de Alvar Aalto se ha caracterizado como el «apretón de manos de un edificio», un aspecto definitorio de la obra de Pawson es la sensación de comprometerse con la esencia de una filosofía del espacio a través de todo lo que el ojo ve o la mano toca. Su método consiste en abordar los edificios y los encargos de diseño precisamente del mismo modo, partiendo de la base de que «todo es arquitectura».
Ya sea a escala de un monasterio, una casa, una cacerola o un ballet, todo se remonta a un conjunto coherente de preocupaciones por la masa, el volumen, la superficie, la proporción, la unión, la geometría, la repetición, la luz y el ritual. De este modo, incluso algo tan modesto como un tenedor puede convertirse en vehículo de ideas mucho más amplias sobre cómo vivimos y qué valoramos.