Presentar este libro Lavacedario es una gran satisfacción para mi, por tener la ocasión de presentar a los tres protagonistas de este proyecto: Fernando Berenjero. Sus fotografías de Lavacedario son sorprendentes y evocadoras, un aldabonazo a quienes amamos la naturaleza, para comprometernos en su cuidado, más allá de las palabras, siendo muy conscientes del gran daño que le hacemos continuamente. Fernando Beltrán, amigo entrañable en la distancia. Sus poemas han supuesto para mi un gran chute de emoción, que le agradezco muchísmo, algo que en estas edades nuestras buena falta nos hace. Pep Carrió, gran artista y diseñador, que nos ha regalado la cuidada edición de este libro, una auténtica obra de arte como todo lo que toca. Es admirable su larga dedicación a este oficio del diseño, no siempre suficientemente valorado. Espero que disfrutéis tanto como yo de este hermoso Lavacedario.
Andrés Moratinos.
La memoria del volcán
Impresiona descubrir el alfabeto de la memoria cuando se pasea por El Confital, en Las Palmas de Gran Canaria. Si se está atento se puede ver un código de símbolos que nos hablan. Círculos, rostros, líneas, figuras nítidas como fósiles o geometrías imprecisas. Huellas que el mar se ha encargado de pulir con el cincel de las olas y, como celoso escultor, sólo permite observar una vez al día. Cada doce horas se retira la marea y ese alfabeto ancestral queda al descubierto.
Son vestigios misteriosos donde las formas, en ocasiones antropomórficas, insinúan rostros, miradas, siluetas que desde hace miles de años perdieron la ferocidad del fuego. El transcurso del tiempo y el roce húmedo del agua marina, han limado sus aristas. Ahora sus cavidades inverosímiles dan cobijo a caracolas, sebas o erizos marinos. ¡¡¡Seres vivos!!!
Son los parientes lejanos de aquellos testigos del vigor explosivo del volcán. Esos vestigios petrificados nos hablan del pasado. ¿Cuántos vocablos tiene esa lengua? Infinitos.
La luz del sol también reivindica su autoría en esa lectura de códigos ancestrales. Con caprichosa habilidad ejerce una magia deslumbrante, que viste de signifi cados dispares los signos que dejó el volcán. Un óvalo, un triángulo o un rostro pueden aparecer si la bajamar acompaña al alba. O no. O sí. También puede ser que la luz cenital del mediodía descubra otras lecturas de esos mensajes ocultos. O en el ocaso. O quizás no. O quizás sí. La luz, como el agua, es caprichosa en la hora de desvelar códigos milenarios. Desvirtúa certezas y genera incógnitas.

Esa luz reveladora siempre está a merced de los influjos de la noche, de la luna. Dueña absoluta de las mareas. De nada sirven los poderosos rayos del sol, si el manto líquido de la pleamar inunda este territorio volcánico.
Muchas tardes y numerosas mañanas, aprovechando la bajamar, he pisado las lajas areniscas de El Confita! y la luz, las sombras, el agua o los confitales no me han dejado ver nada de los vestigios del volcán. En ocasiones resultaba complejo revisitar huellas que ya había fotografiado. Si las encontraba, parecían haber adquirido dimensiones y contornos distintos, diferentes.
A veces simulaban cambiar de lugar. El triángulo, al alba, estaba junto al doble círculo. ¿O era un solo círculo el que se incrustaba en un triángulo impreciso cuando llegaba el ocaso? Son puzzles cambiantes de nuestra mente o quizás sean juegos traviesos de la memoria de un volcán.
Estas imágenes son el compendio incompleto y personal de un alfabeto, bautizado con la lucidez del poeta Femando Beltrán, como Lavacedario. La primera fotografia de este proyecto la realicé en 2018 en la playa de El Confita!, de Las Palmas de Gran Canaria. Desde entonces han sido muchos los pasos sorteando el reflujo de las olas. En mayo de 2023 caminé junto al poeta Fernando Beltrán por los nervios y las costuras naturales de El Confita! y es cuando surge de la cabeza del nombrador la palabra Lavacedario.
Fue el poeta quien inventó la palabra, para dar sentido a imágenes que alimentaban un archivo con propósito, pero sin nombre. Hasta entonces todo fluía al ritmo que marcaban las mareas. Desde entonces, el proyecto ha evolucionado en un constante diálogo entre la palabra y las imágenes -las últimas tomadas en 2024. Sólo tres imágenes son ajenas a este territorio.
Queda agradecer a Pep Carrió el haber dado cadencia y armonía a este libro. Su sabiduría y generosidad han modelado y dado forma este Lavacedario mágico y soñado, que nos habla de una hermosa geografía que debemos escuchar, leer y cuidar.
Fernando Berenjeno


Lavacedario
Los poetas son islas,
sólo crecen con lava derramada,
sólo crecen con sangre derramada
que gana tierra al mar,
al mar de su intemperie, sus otoños,
sus cajones del frío, su belleza,
sus peces de colores
tan grises como el ala de esta noche
a la orilla de un dios extraño y cierto
——
Piedras, sombras, estrellas
y un silencio de mar.
El más difícil.
Entre un batir de ola y el siguiente
habla el mar lo que calla.
Me doy miedo




Tiéndete en esa playa.
Pon tu oído en sus piedras.
Escucharás el fuego
—
Bostezo del volcán,
dormido aún
con su boca muy abierta
—
Me quema la garganta.
Me atormenta la lengua.
Quizás sea el principio
de un poema


Nos atrae el volcán
porque soñamos fuegos.
Nos asusta el volcán
porque apagamos fuegos.
Amamos el volcán
porque vivimos dentro
—
Forjar es trabajar
con el fuego y el agua…
oí decir un día al escultor.
Lanzó después al aire su cincel,
como lanza su cinta la gimnasta,
y al caer ya se había convertido
la bailarina en hierro
—
Los poetas arañan.
Desnudan la mirada.
Iluminan con sombras.
Escupen piedras negras




Arte que nunca alcanza
Fuego que espía al fuego
Fuego que engaña al fuego
—
Acercarme despacio.
Acariciar la puerta.
Despertar al volcán.
Saberte ahí.
Si no piedra contra otra
no existiría el fuego
—
Como arrojan sus piedras los volcanes,
como escupen ahogados las mareas,
con los ojos muy abiertos
—
El escorpión del mar
clavándome su queja
ola a ola


Agua incendiada.
Ese hierro que tienen las palabras,
como lenguas de lava,
cuando llegan de un grito
cuerpo adentro
—
Milagro de la piedra,
hija del fuego,
arde inquieta
—
Negro esencial.
La belleza, esa oscura
realidad que tan sólo
uno mismo ilumina


La piedra no es la piedra
La piedra es nuestra forma
de escuchar la piedra
—
De pronto una pregunta
caminando mis dedos.
Qué buscan las hormigas
a la orilla del mar.
El ser más diminuto
frente al inmenso océano
—
Misterios del poema,
escribir de repente
frente al mar:
El mar siempre está lejos
—
Amamos el volcán
porque vivimos dentro
Fernando Beltrán


El libro: Lavacedario.
Poemas: Fernando Beltrán.
Cedidos para esta edición de la revista Exágono
Fotografías: Fernando Berenjeno.
Cedidas para esta edición de la revista Exágono.
Diseño: Estudio Pep Carrió.
Impresión: Truyol Digital.
88 páginas.


Fernando Berenjeno
Fotógrafo. Periodista. Publicista. Aún no sabe en qué orden. Apasionado de la buena literatura. Curioso. Viajero. Aprendiz de todo y maestro de casi nada. Lleva vinculado a Canarias más de cuarenta años, más de media vida. El Atlántico le hipnotiza y El Confital le atrapa. Como la felicidad no existe, le gusta disfrutar con la familia y los amigos alrededor de una mesa, de un vino y de la palabra. Admira el sentido del humor, la ironía y la conversación. Le indigna, la intolerancia y la burda mentira.

Fernando Beltrán, el poeta que nombra el mundo
Nacido en Oviedo en 1956 y residente en Madrid, Fernando Beltrán ha desarrollado una de las trayectorias más singulares y luminosas de la poesía española contemporánea. Sus versos, traducidos a más de una docena de idiomas, los ha gestado siempre en diálogo con la vida, su vida, convencido de que el recorrido del poema le conduce siempre a otro lugar. Entre sus poemarios destacan El Gallo de Bagdad, Amor Ciego, La Semana Fantástica, El Corazón renace, Sólo el que ama está sólo o Hotel Vivir.
Si su palabra poética ha conmovido, su otra faceta, la de nombrador, ha contribuido a transformar el paisaje de nuestra vida cotidiana. Fundador del estudio El Nombre de las Cosas, ha puesto nombre a espacios, empresas, productos y proyectos que hoy forman parte del imaginario colectivo, como Amena, Faunia, OpenCor, La Casa Encendida o Yoigo, entre otros. Su visión poética de la identidad verbal le ha convertido en un referente del naming en lengua española. No es casual que su capacidad de nombrar nazca de la poesía: para Fernando, todo buen nombre encierra una carga de sentido, una emoción, una verdad que es preciso desvelar.
Además de su labor como poeta y nombrador, es profesor universitario, articulista, conferenciante y activista cultural. Director de la revista poética El hombre de la calle y profesor del Instituto Europeo de Diseño, de la Escuela Superior de Arquitectura y de la Fundación Contemporánea de Madrid. Ha recibido en dos ocasiones el Premio de la Crítica y varios galardones entre los que destaca la Medalla de Oro del Foro Europeo y el Premio de las Letras de Asturias.
Fernando Beltrán es, sobre todo, una persona excepcional. Quienes le conocemos sabemos de su generosidad, de su sonrisa abierta, de su capacidad para escuchar sin prisa, para mirar con profundidad y ternura. Su amistad es, como sus poemas, una celebración de la vida, de lo esencial de la vida.